31 mayo 2007

¿Que qué hace Henry Miller inmerso en el agua con una semiesfera hueca sobre la cabeza?
Apuesto a que ni él mismo lo sabía. Pero si queréis leer algo más sobre este peculiar autor, os invito a pasaros por NoardióAlejandría

29 mayo 2007

El final de una primera etapa...

A medida que pasan los días el final de este loco año Erasmus está a punto de llegar, y en menos de una semana y media ya estaré recostada en el tren, leyendo bajo la pobre luz del compartimiento o compartiendo experiencias con las mujeres que viajen conmigo, a no ser que suban demasiado tarde y ya tengan ganas de dormir. El asunto de dormir, pese a que debo confesar que debo tener una especie de gen marmota que suele permitirme caer en un profundísimo sueño en cuestión de media cabezada, me temo que puede resultarme complicado en esta ocasión puesto que los últimos días vengo padeciendo un poco de insomnio. Anoche, sin ir más lejos, no pude pegar ojo hasta las seis de la mañana, cuando el cielo estaba más claro que a las siete la tarde anterior, y los pajarillos ya habían comenzado a hacer de las suyas. Pero en fin, supongo que esto se debe a que últimamente me encuentro más feliz y con ganas de hacer un montón de cosas, tengo un montón de ideas en la cabeza y bonitos sueños que parece no se harán esperar por mucho tiempo.

Al principio, cuando terminé los últimos exámenes, estaba un poco angustiada por la idea de que estaba a puntito de terminar esta nueva fase que me ha llevado a darle mil vueltas al coco, a reír a carcajadas y a llorar, a sufrir, a veces por amor, y también a amar como nunca antes lo había hecho. Pero hace poco me di cuenta de que no era así, esta fase no va a terminar aquí, sino que sólo acaba de empezar porque ahora yo no soy yo, la que llegó en septiembre a Orleáns sin saber con certeza lo que me esperaba, sino que soy la versión mejorada –o más vale decir solamente ligeramente madurada tras meses de reflexión- y que ahora veo la vida, la mía y la de los demás, de una forma diferente.

No tengo miedo a lo desconocido pues lo desconocido me engulló hace unos meses y de mi enfrentamiento con sus entrañas he salido victoriosa, y me he dado cuenta que ese miedo es en realidad un temor a nosotros mismos, a la incertidumbre de si seremos capaces de superar obstáculos hasta entonces inimaginables.

Ya no tengo prisa. La prisa mata; nos impide disfrutar de las cosas que hacemos pensando en las que tendremos que hacer después, y así sucesivamente hasta darnos cuenta de todo lo que hemos desperdiciado con tanta inconsciencia, con esa manía nuestra de vivir fuera del pellejo, obsesionados en los viajes astrales de nuestro pensamiento en el futuro, acentuando la inhibición de las sensaciones actuales.

He perdido el pudor a mostrarme tal y como soy, no porque antes desconfiara de la gente o tuviera algo que ocultar, sino porque ahora me quiero tal y como soy, con mis defectos y mis debilidades. Sé cómo mirar al espejo que muestra mi yo interno y lo hago con una amplia sonrisa. “Sí, esa soy yo”, me digo con orgullo. Reconciliarse con uno mismo es el primer paso para ser amable y solidario con el mundo.

Y como estas, muchas cosas más que he aprendido y que me ayudarán a seguir adelante, porque todavía tengo mucho camino que recorrer y pedacitos de mí misma por descubrir para llegar a ser mi versión mejorada al cubo.

Sí, el siete de junio no se cerrará una fase, una primera etapa que me precipita a nuevos desafíos y aventuras. Y, desde luego, espero poder compartirlos todos con vosotros, amigos.


Me gusta esta foto porque se me antoja que se está llena de bondad y armonía. Si todos supiéramos relacionarnos con tanto amor y tanta delicadeza, con la inocencia de saber que nadie va a hacerte daño...

25 mayo 2007

Durante toda la vida me he sentido admirada por la gente que es capaz de relacionarse con todo el mundo sin complejos, al menos aparentemente, y que sabe transmitir su alegría y vitalidad a quienes le rodean. Tal vez sea por mi ostentosa timidez que siempre me ha impedido hablar en público con facilidad y soy de ese tipo de gente que suele pasar inadvertido por su silencio casi permanente en las reuniones sociales (aunque confieso que con el tiempo voy superando esos obstáculos psicológicos que nos impiden ser como realmente nos gustaría la mayoría de las veces). Digamos que es como si pensara que a los demás no les interesara lo que puediera contarles y ese mismo pensamiento es el que me impide actuar, aun cuando sé de sobra que a los demás no les molesta mi presencia ni mi conversación, al igual que a mí no me molesta, más bien me encanta, la de ellos. Es por eso que cuando encuentro a alguien así no puedo evitar acercarme aunque sea solo unos instantes y disfrutar con esa maravillosa actitud ante la vida.

El verano pasado tuve la suerte de hacer un viaje de unos días junto a unas grandes amigas con las que estuve en Extremadura, muy cerca de la frontera con Portugal (por lo que también aprovechamos para hacer una mini escapada al país vecino), con la excusa de ir al con la excusa de ir al Contempopranea, en Alburquerque, uno de los tantos festivales que se celebran cada verano para refrescar un poco el ánimo de los jóvenes en nuestro caluroso país; aunque debo decir que, pese a ser un poco pequeño o precisamente por ello, fue en el que mejor lo he pasado entre todos los que he asistido. Tal vez sea porque no te pierdes ningún concierto y al final conoces a buena parte de la gente que va allí desde todas las provincias de España y te sientes como si estuvieras con amigos de toda la vida porque, queramos o no, la música y la fiesta nos unen como pocas cosas en el mundo.


La segunda noche del festival rondaba por los conciertos alguien a quienes algunos de quienes leen estas líneas conocerán bastante bien y seguro que leen su blog con mucho gusto, ataviado con la camiseta del Cádiz y coreando el animoso himno que ya no falta en ninguna buena reunión española (sí, “Alcohol, alcohol....) y el dichoso gorro de la piscina que muchos no nos dignamos a comprar y fue motivo de un improvisado y divertido motín que dudo que los socorristas del lugar puedan olvidar en mucho tiempo. Y como yo, pese a que vivo en un pueblo de Madrid desde hace diecisiete años ya, siento a la gente de la tierra que me vio nacer –soy de Rota, un pueblecito costero de la Bahía de Cádiz- muy muy cerca de mi corazón. Así pues, me acerqué a él y nos hicimos unas fotos, aunque como iba a acompañar a una amiga a la Ambulancia móvil porque se había clavado una astilla tuve que irme enseguida y no tuvimos la ocasión de hablar.

Y quiso el azar que muchos meses después,
Beaumont (aunque ahora está un poco perdido de la red, os invito a visitar su blog, donde vais a descubrir una personalidad fascinante con infinidad de historias interesantes que contar –qué voy a decir yo, que seré su editora cuando se decida a publicar ;) – y una pasión increíble por la música y, en especial, por el jazz), me presentara a un amigo suyo, al igual que había hecho ya antes con otros blogueros, y comenzamos a hablar de vez en cuando, a leer nuestros espacios cibernéticos (que por cierto está hecho un artistazo, para los que no hayáis visto su galería pictórica, ya estáis tardando) y compartir aficiones.

Entre una de ellas, se encuentra la de acudir a festivales de música en verano. Resultó que el verano pasado ambos habíamos coincidido en unos cuantos, y no sé por qué cuando me dijo que había estado en el Contempopránea se me ocurrió preguntarle si había llevado la camiseta del Cádiz, y obviamente dijo que sí y, tras preguntarle varias cosas más, le envié esta foto:






Y resultó que, en efecto, era él. Así que por una simple casualidad, como hay tantas, tantas, tantísimas en la vida, esta era la segunda vez que nos cruzábamos, aunque en esta segunda sí tuvimos la suerte de hablar y empezar a conocernos de verdad, porque en la primera apenas tuvimos ocasión de hacernos la foto y reírnos un poco.

Así que ya sabéis, nunca desperdiciéis la ocasión de conocer a la gente a la que de forma casual, --causalmente, como diría mi querido
Azul, aunque aún no entiendo muy bien lo que quiere decir con eso- conozcáis repentinamente en medio de un festival, fiesta, exposición, bar o donde sea, porque de lo contrario no sabréis la fascinante persona a la que os acabáis de perder de conocer.

Por cierto, espero que poco a poco pueda conocer a todos aquellos que me leen e intentaré ser menos tímida a la hora de conocer a los demás. ¡Prometido!