Este fin de semana ha sido maravilloso, preludio de lo que serán de verdad las vacaciones cuando deje de estar sola en casa el 80% del tiempo -sí, una se vuelve muy hogareña después de pasar un año entero a mil kilómetros de los tuyos-. Nos hicimos el viaje a Benicasim prácticamente para ver a este señor divino de la muerte, de hecho solo compramos entradas para el viernes, e ir a la playita -que por cierto, estuvo chispeando- y ya de paso meternos en el ambiente festivalero una vez más, ver unos cuantos grupos, ver a los colegas un ratito y flipar con la alta población guiri -véase, juligans- que a la que beben dos cervezas ya no pueden controlar sus impulsos cromañones y necesitan liarla como sea.
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Mañana me voy a Rota, donde ya me espera mi familia, a disfrutar de unos días más de playita y después a las fiestas de Mogarraz (Salamanca) a descubrir las costumbres típicas castellanas, donde veré mi primer encierro (aunque a mí las fiestas donde jueguen con los toros no me hacen mucha gracia), aunque estoy segura que me lo voy a pasar bastante bien.